dimecres, de desembre 12, 2007

Japón y Alemania

Buenas noches,



Como algunos de vosotros sabéis he pasado unos días en el país del sol naciente, Japón. Ha sido un viaje espectacular en el que he visitado grandes urbes como Tokyo o Yokohama, ciudades históricas como Kyoto o Hiroshima o pequenyas maravillas como Nara o Takayama.

Unos días deliciosos descubriendo una nueva cultura, unas personas que consideran el servir a los demás como un orgullo y no como una carga, una sociedad que valora la eficiencia por encima de todo y una gastronomía diferente y exquisita.



La foto es de Hiroshima, del "A-bomb Dome", un edificio muy cercano al epicentro de la explosión del 4 de agosto de 1945. Nadie sabe como esa estructura aguantó 4000 C. Parto de ese edificio para esta reflexión.


Japón sufrió ese día seguramente la mayor humiliación de su historia. Los japoneses, capaces de invadir a todos sus vecinos (Rusia, China, Corea) y hasta atacar al gran gigante americano (nunca sabremos la verdad de Pearl Harbour), son reducidos a una montanya de escombros. Jápón, a punto de firmar la rendición, recibe dos bombazos, Hiroshima y Nagasaki. Derrotados, los japoneses se dan cuenta de la limitación de su fuerza y de su convicción. Todo es destrucción y oscuridad. Hasta el emperador, figura divina hasta ese momento, se vuelve humano y visible.


Nadie diría que Japón fue un país humillado y destrozado hace 60 anyos (no sólo las bombas atómicas causaron destrucción, Tokyo y Yokohama fueron reducidas a cenizas). Japón, un pequenyo archipiélago con 125 millones de personas se convirtió poco a poco y con mucho esfuerzo en la segunda economía del mundo. Increible para un país sin apenas recursos naturales.


Pero la segunda guerra mundial no sólo dejó destrozos, dejó un pueblo aturdido y escarmentado. En mi opinión un pueblo con gran crisis de identidad nacional, donde no se lucen muchas banderas y donde la sociedad se mueve entre el pasado y la religión sintoista o budista y el presente marcado por el consumismo juvenil y la imitación de los estereotipos americanos. El deporte más seguido es el baseboll. El día de acción de gracias (el del pavo) también es festivo en Japón.


Parece increible, pero los dos países perdedores de la segunda guerra mundial (Italia es el tercero, pero los italianos son otra historia), parecen tener historias e idiosincracias similares. Alemania, otro país humillado y reducido a escombros. Dresden su Hiroshima. Otro país totalmente recuperado en 60 anyos. 80 millones de personas que suponen la 3a o 4a economía mundial (a expensas de los chinos). Increíble. Ver las imágenes de Freiburg, Dresden, Frankfurt o Hamburgo en el 45 y ahora dice mucho de esta población. Perseverantes, luchadores, orgullosos. Quizás su crisis de identidad no es tan marcada como la japonesa, pero en Alemania las banderas son aún bastante tabú y ciertos temas generan aún resquemor. El holocausto está demasiado cerca como para olvidarlo. Espero que siempre lo esté.


Alemania, Japón. Dos lecciones para aprender. Dos países que funcionan. Dos sociedades que luchan, que se caen y se levantan. Dos culturas que ensalzan la eficacia, con dos toques diferentes, pero con las ganas de hacer las cosas bien, sólo por hacerlas bien. Quizás por ello me gusten tanto.


Dicen que no es casualidad que los dos últimos mundiales de fútbol fueran en Japón y Alemania. Alemanes y japoneses reconocen que ha sido un punto de inflexión para su reconocimiento nacional, para reconocerse pueblo y para seguir caminando juntos. De algo ha de servir el fútbol ;)


Un beso, con sabor a sushi


Jordi

1 Comments:

At 2:17 p. m., Anonymous Anònim said...

La blogosfera et trobava a faltar i m'ha agradat el teu retorn. El caràcter de japonesos i alemanys sempre m'ha fascinat, el dels gegants resurgits sense treure pit, sense ser orgullosos.
Darrerament vaig parlar amb unes companyes de classe alemanyes que estn d'erasmus. Un company d'aquí es sorprenia que no sapiguessin que el seu es el tercer pais més ric del món i elles van comentar que al seu pais és de molt mal gust sentir-se orgullós de la pròpia economia o de la història nacional.
És comprensible que el record de l'holocaust serveixi també com a cura d'humiltat i que els faci por mirar enrere però exemples com els de la reconstrucció de posguerra o la generositat vers els estats de l'est amb que van portar la reunificació sí serien motiu d'orgull a Espanya, Italia o França.
A Roma vaig conèixer molts alemanys i tots ells eren grans persones, sempre atentes i amb un caràcter molt agradable. La majoria arribaven amb gran nivell d'italià i s'obrien a la resta d'erasmus.
Parles també del futbol: la selecció alemanya és el millor exemple d'aquest tarannà voluntariós on importa més al força de l'equip que el virtuosisme individual. A mi també em resulta comlicat no estar fascinat per aquesta gent.

 

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