dimarts, d’octubre 16, 2007

En un rincón del mundo

Buenas noches,

Cierro la puerta de mi habitación del hotel y me dirijo al ascensor, planta 26, son las 8:40 de la manyana. Recuerdo con placer el desayuno de la planta 27, un poco de salmón, un poco de queso, un poco de zumo de pomelo, un poco de leche, un poco de cereales. El ascensor desciende rápido hasta la planta baja. La recepción está plagada de gente, la mayoría de ojos rasgados, pero también se atisba a ver algún occidental.

Salgo por la puerta principal y me dispongo a tomar un taxi. La cola es tremenda y los 28 grados se agarran a la piel como si fueran 38. A los cinco minutos decido aventurarme hacia el metro. Camino unos diez minutos y finalmente me introduzco por una de las 10 entradas de la estación. Deposito la tarjeta encima del contador de entrada y la luz verde me da el OK. Desciendo las escaleras y me introduzco en el vagón. De nuevo seres con los ojos rasgados, pero esta vez ningún occidental, tampoco nadie con traje y corbata como yo. Tengo un poco complejo de mezcla entre centro de atención y pallaso. Por suerte no me pasa como ayer y nadie me para para preguntarme de donde soy y al decir Espanya/Barcelona (eterna dualidad) encoje los hombros hasta que le digo cerca de Francia.

Todos los letreros están en chino. Hay alguna palabra en inglés y la megafonía da los anuncios en mandarín y en inglés. Desconozco el motivo del inglés cuando no hay extranjeros en el metro. Es como si en un autobús de Badajoz a Cáceres (y vaya por adelantado mi respeto a los extremenyos) dieran las instrucciones en castellano y alemán. El metro es limpio, moderno y rápido y en pocos minutos llego a la oficina, situada en la planta 39 de un rascacielos. Tengo que hacer 10 minutos de cola para entrar en el ascensor y cuando las puertas se abren tengo la sensación de retroceder 12 anyos y recordar la linia azul de Barcelona y el hombre que un día me pidió si le podía entrar al vagón.

Estoy en Shenzhen. En esta ciudad sólo viven 15 millones de habitantes, pero en China las magnitudes son tan enormes que nadie le da importancia a esta ciudad. Hay gente que dice que hay ciudades en China de 50 millones, me lo creo. Nadie va a ir a visitarlas y ningún habitante podrá salir de ellas para contarlo. Los chinos tienen sus movimientos más controlados que el Gran Hermano de Orwell. Me cuentan que esta ciudad tenía 3000 habitantes hace 30 anyos y que Deng Xiaoping decidió crear un puerto aquí con condiciones especiales para contrarrestar el poder del puerto de Hong Kong. Yantian superó ya hace unos anyos a HKG y ahora mismo está en el top 5 de puertos del mundo. Os podeis imaginar como es una ciudad que ha crecido tanto en tan poco tiempo: un caos.

China no me agrada, pero China sorprende, tanto como leer un cartel de "prohibido escupir" en el metro o tanto como nunca saber de qué animal o cosa procede la hamburguesa que te estás comiendo.

Besos

Jordi

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