Copenhage, día 1

Buenas noches,

El día se iniciaba a eso de las 7:30. La noche había sido bastante más tranquila de lo esperado, dado que hoy era un día de esos que cambian el rumbo de mi historia. Me he levantado con dos preocupaciones: la maleta y mi barriga. Me he comprado una maleta que parece un baul, y uno va metiendo y metiendo cosas, y claro, de los 20 permitidos se llega a los 30 rápidamente. Mi barriga gusta de jugar malas pasadas, así que en mi subcosnciente siempre subyace esa preocupación, que por ejemplo hoy me ha llevado a no ingerir alimento líquido o sólido hasta llegar a la habitación del hotel.

Las dos preocupaciones han ido desapareciendo. Primero la maleta. Consejo: cuando uno lleva una maleta pesada mejor llegar con más de 1:30 de antelación. En ese momento los asistentes hacen bastante la vista gorda. En mi caso la maleta pesaba 29 kg (20 permitidos) y la azafata se ha limitado a situar una pegatina tildando de heavy al bulto. Además a parte del bolso de mano con un libro, Ipod, radio, documentación, etc., llevaba una mochila a la espalda con el ordenador y algo de comida y una maleta tipo trolley con otros 10 kg. He dejado a mi madre con la mochila y la maleta y en el mostrador ni me han preguntado cuánto equipaje de mano. En fin, pues eso, que la primera al garete. Y la barriga perfecta, porque si nada entra difícilmente nada querrá salir (sí un poco bastorro, pero real como la vida misma).

En el aeropuerto he cogido un taxi. Creo que el hombre era musulmán, quizás pakistaní. Llevaba esa especie de gorrito en la cabeza, pero no al estilo judío (veis mi ignorancia sobre el tema). El amigo se gastaba un Mercedes tremendo, con GPS, pago con tarjeta, etc. En fin, como en Barcelona. También me ha hecho gracia notar como el asiento tenía calefacción eléctrica. Hoy no hacía falta (alrededor de 15 grados), pero supongo que en muchos casos sí que lo hará. Al entrar en CPH (Copenhage para las aerolinias) ha caído un tremendo chaparrón. Pero la vida seguía igual, gente caminando por la calle, bicis y más bicis, ... Aquí la lluvia es un fenómeno cuotidiano.

La habitación del hotel es normalilla. Me ha dado rabia darme cuenta que no quedaba jabón cuando ya me había mojado todo el cuerpo, pero bueno, todo sea eso. Además, como lo paga la compañía tampoco me quejaré. He dedicado la tarde al ordenador, a chatear, mailear, etc. Uno de mis compromisos al llegar aquí es desengancharme un poco de internet (el blog es excepción) e intentar leer y reflexionar un poco más. A ver si puedo, jejejeje.

He ido a cenar con Mauro (un italiano) y César (un gallego) que ya llevan unos días por aquí, y que me han pintado también la empresa que me da un poco de pánico y todo. Mañana os explico. De momento me han dicho que el primer mes es de cursillos y que en setiembre tengo una reunión en Bangkok. Les he acompañado caminando a su hotel y me he vuelto al mío. Transitando dentro de un parque a las 11 de la noche y sintiéndose seguro es algo que no notaba desde que estuve en Alemania, concretamente en Bremen, y os aseguro que es una sensación muy bonita.

Os dejo que se me agota mi tarjeta de internet. He probado la webcam que me compré y va cañón. Por cierto, si me veis un poco despeinado es que me he olvidado el peine. Esa cabecita loca...

Mil besos

Jordi